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“La Independencia que se consiguió en 1821 preveía el
establecimiento de una monarquía constitucional. Es decir, no se trata de un
proyecto republicano”, afirma el investigador del Instituto de Investigaciones
Históricas (IIH) de la UNAM, Alfredo Ávila Rueda.
Al recordar la efeméride, el historiador universitario
señala que la monarquía quedó establecida en el Plan de Iguala y los Tratados
de Córdoba, firmados entre Agustín de Iturbide y Juan de O´Donojú, el último
jefe político español en la Nueva España. Estos acuerdos establecían que se
ofrecería la corona al propio rey de España, Fernando VII, o alguno de los
príncipes de la casa real española. En caso de que no aceptaran, el Congreso,
que se reuniría en México ya independiente, estaría en libertad de elegir a un
emperador.
“Es importante que se trate de una monarquía porque el
propio Agustín de Iturbide lo señaló en el Plan de Iguala, su objetivo era
tener un monarca ya hecho y evitar los desastres que puede traer la ambición.
Lo que él quería era un Poder Ejecutivo estable, para evitar que la ambición de
los militares y de los políticos trajera anarquía al nuevo país”, detalla.
Para el historiador, “estaban tratando de conciliar dos
extremos que nosotros podemos pensar que son irreconciliables: por un lado, el
nuevo país nació del derecho natural que tenía la sociedad para independizarse
y formar un nuevo país; y, por otro lado, la necesidad de establecer un
gobierno estable, sólido, duradero, que no se viera afectado por ese derecho a
la insurrección. Son dos extremos e Iturbide creyó que con una monarquía se
podían conciliar”.
España tuvo una negativa a aceptar la Independencia de
nuestra nación, así que ni el monarca español ni su familia vendrían a
gobernar. Se dejó en manos del Congreso mexicano la posibilidad de elegir un monarca.
Desde el comienzo de la vida independiente de México hubo un gran apoyo para
que se buscara aquí al emperador. “Hubo algunas propuestas, como la de
Guadalupe Victoria y Fray Servando Teresa de Mier, para que se coronara
emperador a algún descendiente de la antigua realeza mexica. Guadalupe Victoria
propuso buscar a un patriota que luchó por la Independencia y que se casara con
alguna descendiente de los mexicas”, precisa Ávila Rueda.
La popularidad de Agustín de Iturbide desde un inicio fue
enorme. “Hoy a Iturbide muy poca gente lo recuerda, y la mayoría lo considera
humillado en la historia de México. Pero en su momento, a partir de la entrada
del Ejército de las Tres Garantías en septiembre de 1821 a la Ciudad de México,
Iturbide fue tremendamente aclamado, adulado, había sermones en donde lo
comparaban con Moisés, que sacó a su pueblo de la opresión para darle la
libertad, era el enviado de Dios, era el libertador”, destaca el investigador.
Para que fuera coronado hubo desde apoyos espontáneos de
diputados, hasta manifestaciones del pueblo en las calles con infiltrados. La
visión de Iturbide fue que eran manifestaciones populares espontáneas, “y sus
enemigos decían que estaba manipulando el proceso. La verdad es un poco
intermedia”.
La propuesta de su coronación llegó al Congreso. Tuvo
apoyo de numerosos legisladores, pero también hubo presión para forzar la
voluntad del Congreso.
Tenemos, asevera Ávila Rueda, la historia de un país que
nace de la ruptura con España, pero que pretende instaurar un gobierno estable
y busca una monarquía constitucional para darle estabilidad. Por otro lado,
está la popularidad de Iturbide, de las manifestaciones y finalmente la
decisión del Congreso a su favor. La monarquía constitucional no pudo conciliar
estos dos extremos.
El experto explica que Iturbide nunca pudo tener control
sobre el país, tampoco lo tuvo sobre el cobro de impuestos, la mayoría no
llegaban a la Ciudad de México ni tenía la capacidad para que ese dinero
entrara a las arcas de la capital.
Incluso no “tenía la capacidad para imponer su voluntad
en todas las provincias, era difícil en un país muy desarticulado después de
más de una década de guerra. De inmediato tuvo problemas con el Congreso.
Iturbide quería imponer un sistema de policía nacional (una gendarmería
nacional) para la seguridad del imperio, pues había mucha violencia y él quería
centralizar el mando para perseguir bandidos, delincuentes y gente que se
levantaba en armas. Pero el Congreso se opuso, pues representaba los intereses
de cada provincia y no estaba interesado en darle tanto poder al Estado
centralizado”, afirma.
Terminó disolviendo ese órgano legislativo, incluso hubo
una conspiración republicana pero no fue tan importante, nunca podrían haberlo
derrotado, relata el universitario.
La disolución generó descontento político y en diciembre
de 1822 Antonio López de Santa Ana se rebeló en su contra, y a favor de la
República; este no tenía suficiente capacidad militar al salir de Veracruz,
donde sucedió la insurrección. Iturbide envió tropas para acabar con Santa Ana
y con Guadalupe Victoria, pero el problema fue que les faltaban recursos
económicos y no pudieron derrotarlos.
Lo que hicieron fue regresar a la Ciudad de México para
restablecer el Congreso. “Las propias tropas que mandó Iturbide se le
voltearon, y a partir de allí las provincias tomaron la batuta del gobierno y
fueron las que decidieron empezar a construir el nuevo país, mientras Iturbide
entendió rápidamente que no tenía posibilidades de mantenerse”, señala.
Había diputados que querían la pena de muerte para él,
porque disolvió el Congreso y por lo tanto era considerado traidor. Pero otros
legisladores pensaban que era el gran héroe de la Independencia.
“Hoy hemos perdido la dimensión, pero es el hombre que
consiguió la Independencia. Lo mandaron al exilio a Livorno, en Italia, y le
dieron una pensión. Pero en esa época se establecieron en Europa del sur
(España, Italia, Grecia) gobiernos constitucionales, es un periodo de
revoluciones liberales en esa zona. En 1823, cuando Iturbide está en Italia,
los reaccionarios, los absolutistas, establecen otra vez gobiernos
anticonstitucionales y hay un renacer del absolutismo. E Iturbide, que estaba
exiliado en Italia, de pronto se ve en peligro porque los gobiernos
absolutistas lo acusan de ser el que propició la Independencia de México de
España, y por tanto es enemigo de España”, detalla.
Entonces envió correspondencia a sus contactos en
territorio mexicano temiendo por su vida. Partió a Londres y con eso violó los
acuerdos que había tomado el Congreso, que lo exilió. Pero en Inglaterra se
sentía más protegido.
“En Londres entra en contacto con algunos agentes
españoles, de Nueva España, y explora la posibilidad de volver a México. Hay
gente en Guadalajara que está muy opuesta al gobierno republicano de la Ciudad
de México, en Tamaulipas, en Zacatecas, en lo que hoy es el Estado de México.
El gobierno mexicano piensa que viene para volverse a coronar, él dice que no.
Que viene para ocupar el lugar que la patria quiera darle y para defender a
México del absolutismo, que ya hay en Europa y teme que puedan reconquistar
México. La verdad está entre las dos cosas”.
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